15 de mayo de 2017

Mi historia de lactancia: Mirella Cobo

 Hola a todas y todos y feliz semana:

Hoy tenemos una historia de superación y fuerza, de las que demuestran que si quieres, puedes, que con apoyo y conocimiento todo es posible.
 La historia de Mirella es alucinante. Cualquier mujer en su situación hubiera tirado la toalla, ( yo la primera) pero ella solo escuchaba a su corazón, a su instinto, y, eso, le dio las fuerzas para luchar,  para seguir adelante,  para disfrutar de ese amor que sobrepasaba cualquier situación.
Muchas gracias Mirella por compartir y por dejarnos claro : Que si quieres, puedes.




¿Te gustaría dar el pecho a tu bebé?
Si puedo, sí.
¿Por qué no vas a poder?...
Con esta conversación puedo decir que empezó la historia de nuestra lactancia hace ya casi 6 años, cuando en la clase de preparación al parto nuestra queridísima Amparo me hizo esta pregunta. Es curioso que hasta ese momento ni me había planteado como alimentaría a la bebé que llevaba dentro. Después de explicarnos multitud de beneficios de la lactancia y algunas pautas básicas me fui a casa de mi madre y le pregunté.
-¿Mamá yo cuanto tiempo tomé pecho?
-Unos 2 años…
-¿Y Tu cuanto tomaste?
-Pues cuenta la abuela que también tomé bastante…
A raíz de esa tarde se despertó la curiosidad en mi mente sobre porque últimamente casi nadie daba el pecho mas allá de los 4 meses y era tan extraño ver a alguien dando teta. Empecé a informarme, a investigar, a leer y leer (bendito Carlos González) y de pronto estaba de parto.
¡Dios! ¡Qué bombardeo de emociones! que dolor más agradable, que alegría tan amenazadora, que pelotazo de oxitocina recorriéndome el cerebro y de pronto llegó ella, tan pequeña, tan frágil, la colocaron sobre mi pecho y no sé cómo ni en qué momento ella sola encontró mi pezón y se agarró. No hizo falta que nadie dijera nada, o si lo dijeron yo no lo oí, ella y yo nos entendimos y yo no paraba de besarla y de olerla (nunca olvidaré ese olor a vida). En ese momento sentí que me había transportado, me daba igual todo lo que pasaba a mi alrededor (de hecho estaban cosiéndome…) se pasó 2 horas enganchada al pecho hasta que nos llevaron a la habitación, que mejor estreno de vida…
Los primeros días en el hospital notaba que me molestaba el pecho pero siempre me habían dicho que se agarraba bien así que me fui a casa tranquila de que todo era correcto y con dos grietas. Una vez en casa, las grietas cada vez se iban haciendo más grandes y pronunciadas hasta que las acabamos ascendiendo de grieta a raja y yo veía las estrellas cada vez que mi niña se agarraba, recuerdo una ocasión en la que pedí a mi marido y mi madre que se fueran de la habitación porque tenía que darle de comer a la niña y no quería que me vieran así, con una gasa en la boca para morder y llorando si tenía que llorar. Estaba claro que algo no estaba haciendo bien pero no quería dejar de darle el pecho aun, si tenía cinco días! A esto le sumamos la subida de la leche y con ella la primera mastitis. Pechos como piedras, bultos que no se iban y rajas, que combinación… mi suerte que soy una persona resolutiva de las que piensan que a los problemas hay que buscar soluciones y que el camino fácil no suele ser el más satisfactorio. Así que después de consultar y consultar, el primer tratamiento con antibióticos, masajitos, sacarme leche y pecho al aire hasta que se me mejoraron las “rajas”, empecé a ver la luz.
 Todo iba mejorando aunque no terminaba de estar bien, aquel bulto de la mastitis no terminaba de desaparecer, de pronto un día me vuelve a molestar más y noto que va aumentando otra vez. Mientras tanto, en todo este periodo de tiempo, además de aprender a masajear el pecho y a usar conchas en vez de discos (¡dios que locura!) aprendí a dar seguridad a mi bebé, a mirar a mi niña mientras mamaba y enamorarme cada vez más de ella, aprendí que la teta era mucho más que el alimento, aprendí que cada vez que ella mamaba volvíamos a unirnos, aprendí a hacer piel con piel y bañarnos juntas y engancharse a su tetilla en la bañera, con el agua calentita rodeándonos, como si aun estuviera en el útero, aprendí que eso la calmaba, la hacía feliz y me hacía feliz y aprendí a hacer caso omiso a las opiniones de los opinólogos, y ahora que sabía todo esto se me vuelve a hinchar el bulto. Ya vamos por el tercer tratamiento con antibióticos y esto cada vez está peor. Después de preguntar a todo el mundo y hacer todo lo que se me ocurre y que nada me resolviera me dice alguien que lo que me pasa es un “peloteta” (me encanta este término tan creativo ¿Qué tendrá que ver un pelo con una mastitis?) y que la solución es ponerte una salmuera (una salmuera era agua caliente con vinagre, mojar un paño y aplicarlo sobre el bulto) allá que voy yo desesperada por arreglar esto todo un fin de semana con el paño caliente (ya sabemos que aplicar calor es lo peor que se puede hacer porque se proliferan las bacterias) y húmedo (la humedad lo que hace es reblandecer la piel) la solución era la mar de acertada (puro sarcasmo) se me puso el bulto que parecía que iba a explotar y caliente como el fuego. Para ponernos en situación era domingo por la tarde y veníamos de viaje. Le digo a mi marido: cariño, antes de llegar a casa vamos a pasar por el hospital porque me noto el pecho fatal, de pronto se nos estropea el coche a 10 minutos del hospital. Nos quedamos tirados en mitad de una rotonda, la niña llora, la cojo y me pongo a darle pecho mientras mi marido abre el capó a ver si puede arreglarlo, a esto que noto algo caliente que me baja por la barriga, me miro, y premio, el bulto del pecho se había rajado y estaba saliéndome toda la infección, llamo a mi marido: ¡Cariño! ¡Que el bulto se me ha reventado! Que caos… los dos metidos en el coche con el vehículo roto, la niña mamando y yo lesionada, y en medio de todo este lio vemos el coche de la guardia civil. Se paran a nuestro lado para ver que nos ocurre, mi marido preocupado porque había olvidado poner los triángulos (no puedo parar de reirme mientras escribo) se baja del coche y le dice al guardia civil:
-señor agente, es que se nos ha roto el coche y a mi mujer le explotado una teta…
-¿¿Qué que??- viene el hombre corriendo a mi ventanilla, me abre la puerta de par en par, yo despelotada… -señora, señora, ¿se encuentra usted bien? –
-Uuuhhhh ¡¡déjeme que me tape!!-
Vaya situación… corriendo al hospital para que me vean. Una vez allí me dicen que se trata de un absceso y tienen que operarme de emergencia. Pero ¿podré seguir dando el pecho a mi hija?
Sinceramente, no me sentía preparada para acabar con la lactancia, mi niña tenía 1 mes y medio y yo ya estaba descubriendo todo lo positivo de esta, dejando a un lado los aspectos de salud. No podía dejar de dárselo, no quería. Qué alivio sentí al escuchar a la ginecóloga que me dijo, eso sí, muy sorprendida, si no quieres no tienes que hacerlo pero ¿quieres seguir? Por supuesto.
Me metieron en quirófano a la hora de llegar al hospital, por lo visto me sacaron un bulto como una naranja nave del pecho, cuando me desperté y me subieron a planta estaba deseando abrazar a mi pequeña y darle su tetilla, pero al llegar resulta que me habían vendado los dos pechos, no me lo podía creer. El momento en que por fin pude volver a darle el pecho fue increíble, mi pequeña se agarro a mí como si hiciera días que no me veía y yo a ella del mismo modo porque después de todo, lo único que yo quería era seguir disfrutando de esos momentos tan nuestros, tan únicos.
El periodo de curación fue un calvario, cada día me raspaban con un bisturí la piel nueva que se iba formando para limpiar la zona necrosada  que había debajo para que aquel agujero fuera cicatrizando de adentro hacia afuera, menos mal que dejaron que mi bebé estuviera conmigo todo el tiempo que estuve ingresada para poder seguir con la lactancia. Muchas enfermeras no entendían como aun seguía dando el pecho y se echaban las manos a la cabeza cada vez que me iban a curar, pero para mí, seguir dándole el pecho era un alivio.
Cuando por fin me dieron el alta y pude irme a casa, y aunque aun tuve que seguir durante un mes con la curación, yendo al hospital un día si y uno no, me sentía victoriosa, llena de fuerza para seguir adelante y feliz, super feliz de estar con mi gente. Al los dos meses de la pesadilla solo me quedaba un pequeño poro abierto por el que seguía saliendo la leche cada vez que mi hija mamaba, mi marido me decía que parecía un colador porque cada vez que me daba la subida empezaban a salirme chorritos por por tres sitios diferentes (que creativo él, jaja), me dijeron que ese poro no se cerraría hasta que no terminase con la lactancia, pero contra todo pronóstico y gracias a la curación de Angelines (enfermera de priego) por fín se cerró quedando atrás una etapa un tanto catastrófica pero al fin y al cabo, una experiencia más, de la que haciendo un balance hemos aprendido tanto o más de lo que hemos sufrido, que nos empoderó dándonos información y el sentimiento de que si quieres, puedes.
Como es típico, las críticas que recibí fueron tantas como el apoyo, gracias a dios las críticas siempre venían de personas poco importantes y el apoyo de todos los que me quieren, razón de peso para que no dudara de mi decisión. Cuando todo había pasado me preguntaban ¿Y después de todo lo que has pasado sigues dándole el pecho? Como no voy a seguir, si ahora es cuando estoy disfrutando más, yo más bien lo enfocaba desde la perspectiva de ¿después de todo lo que he pasado, y ahora que ya estoy bien voy a dejar de darlo? Es como si subes una montaña enorme y cuando llegas arriba te tapas los ojos para no ver el paisaje.
A día de hoy, seis años después de aquella experiencia y habiendo sido madre por segunda vez, cuando me paro a pensar en todo aquello no paro de reafirmarme y sentirme victoriosa por la decisión que tomé, mi hija tomó el pecho hasta que ella quiso, alrededor de los dos años, y mi hijo hará lo mismo. A los que no me entendieron sólo les puedo decir que los comprendo, porque ellos no estaban en los momentos en que mi niña mamaba y me miraba con cara de enamorada, en los momentos en los que llegaba a casa y se enganchaba a su tetilla con tanta ansia que casi se ahogaba, cada vez que la veía crecer y sentía la satisfacción de que todo eso había salido de mi, en los momentos en los que todas las mamás hablaban de las enfermedades de sus niños y yo casi nunca tenía nada que comentar, cuando he visto a mi niña calmarse con el pecho y he sentido que mientras mamaba era como si me dijera cuanto me quería, cuando se dormía en mi pecho y me dejaba mirarla y admirarla, besarla, olerla, acariciarla, como el primer día que la tuve en brazos.
No puedo parar de agradecer a mi marido, a mi madre, a mi abuela, y a mi queridísima Amparo, que fueron los cuatro pilares en los que me apoyaba y que me decían, tranquila que no te estás equivocando. ¿Por qué no vas a poder? me dijo Amparo, y es verdad ¿Por qué no iba a poder?




1 comentario:

  1. No parare de decirtelo eres una mujer y una madre increible.
    Gracias a personas como tu sigo pensando que estoy en el camino correcto.Siempre aprendiendo,siempre.recibiendo siempre estando para las mamas que me necesiten

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